viernes, 11 de enero de 2008

REPORTAJE

UN LEPE CON ACENTO CANARIO

Como un balcón abierto al mar se encuentra el barrio de Lepe en el municipio de Agulo, localidad sita en la isla canaria de La Gomera, una población con la que el Lepe de la Península comparte misma denominación, además de una posible y arcaica vinculación que determinaría la génesis del presente calificativo de este privilegiado e inaccesible enclave, que supone un auténtico elogio para la naturaleza y disfrute para los sentidos.
Por Bella Pilar
Pintoresco, escueto e impracticable, con una abrupta hermosura que deja sin aliento; un regalo para la vista y el alma, que transmite a la vez asombro y calma, tranquilidad y desasosiego, una maravillosa antítesis que el fuego y la tierra robaron a la inmensidad del coloso, azul e intenso océano. Así es el Lepe gomero.
A más de mil kilómetros de distancia, en las islas Canarias, el nombre de Lepe se pronuncia de otra manera; y es que la voz topónima adquiere una forma más suave, melosa y musical. Este Lepe con acento canario se encuentra situado en el municipio de Agulo, en La Gomera y se trata de un pequeño núcleo de población caracterizado por su accidentada orografía y sus vistosos caseríos.
Este tranquilo lugar ubica su breve espacio sobre un impresionante acantilado arropado por rocosas paredes que lo envuelven a modo de generoso presente de la naturaleza. En la reducida zona baja de Agulo, en el interior de una depresión semicircular que linda con el mar y rodeada del verde intenso de las plataneras se encuentra, por tanto, Lepe, donde la civilización ha ganado la batalla al duro entorno y un puñado de autóctonas casas se conjuga con la espesura de la vegetación.
“Apenas quedan tres viviendas habitadas”, nos cuenta Aixa, una vecina de los pocos que queda en la zona. Ella es dueña, junto con su esposo, de la casa rural Los Dávilas, un privilegiado inmueble con más de 200 años de antigüedad que perteneció a una familia procedente de la Península y que se apellidaba de dicha manera, según han podido saber por los relatos de los mayores de la zona.
El barrio de Lepe, con su atractivo y característico caserío, se presenta al fin como un maravilloso escondite para perderse del mundo, del ruido de las ciudades, de la contaminación del ambiente, de las prisas del reloj. Se ofrece como un remoto rincón en esta isla mágica, cuya única entrada de acceso rodado existente para llegar hasta allí está en Hermigua, un municipio colindante que antaño constituyó con Agulo parte del mismo cantón aborigen, Mulagua; estableciéndose en la actualidad Lepe como nexo de unión entre ambos.

“El barrio de Lepe, con su atractivo y característico caserío, se presenta como un maravilloso escondite para perderse del mundo”

Este accidentado y maravilloso lugar comparte con el Lepe peninsular, además de la evidente denominación, de cuyo origen se han formulado por parte de historiadores y estudiosos del tema versiones dispares, una posible y arcaica vinculación que determinaría precisamente la génesis de su nombre actual.
Los vecinos de la zona no son, en absoluto, ajenos a la existencia de la ciudad andaluza, cuya popularidad derivada de los chistes ha trascendido sus fronteras. “Al igual que con Lepe, con los gomeros en general, se han escrito muchos chistes”, cuenta Ángel Marichal, vecino de Hermigua y trabajador en el Ayuntamiento de dicha localidad. En este sentido, también Mª Carmen, guía turístico en La Gomera, realiza una similar comparativa presentando el barrio de Lepe “como un pintoresco lugar que comparte el nombre con un próspero municipio onubense popularmente conocido por su buen humor”. “Aunque aquí, en el Lepe gomero, nunca nadie ha contado jamás un chiste, en eso seguro no nos parecemos”, apostilla Aixa.
Si bien el conocimiento de la ciudad lepera en las islas atlánticas resulta una realidad, los lugareños desconocen la posibilidad de que haya alguna relación entre ambos núcleos de población; aunque se suelen mostrar entusiasmados con la idea. “El vínculo de Lepe siempre nos ha despertado curiosidad”, comenta Ángel.

“Los vecinos de la zona no son ajenos a la existencia del Lepe onubense, cuya popularidad derivada de los chistes ha trascendido sus fronteras”

“Efectivamente no se han hallado documentos escritos que refieran una correspondencia entre los citados municipios”, expone Rosi Chinea, historiadora y archivera en el Ayuntamiento de Agulo, “aunque encontramos un estudio sobre la toponimia de La Gomera que puede ofrecer algún dato más para resolver el enigma”. En dicha publicación, se argumenta el hecho de que sea más que posible un arcaico nexo de unión entre “el Lepe de Andalucía y el Lepe de La Gomera”, añadiendo que “muy probablemente y en última instancia están vinculados”, aunque se trataría de un origen complejo no basado únicamente en “la transposición a La Gomera del nombre de una ciudad andaluza” como mantienen algunos estudiosos del tema.
En este sentido, se sabe que Lepe es el nombre de un pago o distrito de tierras determinado, de cuya denominación se encuentran ya testimonios en el siglo XVII y posteriores; aunque con anterioridad, en torno al siglo XVI se han hallado varios casos en los que la palabra Lepe funciona como apellido o gentilicio. Es el caso de “Melchor de Lepe, vecino de La Gomera en 1510, Diego de Lepe, vecino de Tenerife en 1521 o Ana Francisca de Lepe, vecina de Hermigua”. Con este nuevo hallazgo se baraja la posibilidad de que Lepe no funcione aquí como un apellido tal y como se concibe hoy en día, sino que signifique que la persona en cuestión procedía de dicho lugar.
De cualquier forma, el origen del topónimo es dudoso y sería aventurado realizar cualquier afirmación rotunda. No obstante, se han producido fenómenos similares con otros nombres de villas y regiones españolas que aparecen también como apellidos de varios aborígenes gomeros cristianizados, que se datan en Sevilla en 1492, como “Pedro de Baeza o Fernando de Córdoba”, nativos que se enrolan en la conquista de La Palma y Tenerife, pudiendo ser éstos los gomeros vendidos como esclavos y liberados por los Reyes Católicos que llevarían por apellido los nombres de las localidades donde fueron comprados.

“Muy probablemente y en última instancia el Lepe de Andalucía y el Lepe de La Gomera estén vinculados”

Sin duda, tomando como referente los pocos datos que el pasado nos ha legado y teniendo en cuenta la notable y constatada presencia del Lepe onubense y de sus marineros en el mítico viaje a las Indias, se podría enunciar una posible hipótesis derivada de la histórica expedición del descubrimiento y todos los desplazamientos que ocasionaron.
Éstos supusieron un importantísimo movimiento de población que desencadenó el intercambio de personas entre los más dispares lugares de la geografía mundial. Afirmar que este acontecimiento que cambió el mundo tiene una relación directa con la vinculación entre ambos Lepe es arriesgado, aunque negar rotundamente que éste pudiera ser el génesis del presente calificativo del barrio canario sería como cerrar los ojos ante la claridad.

El bombón de la Gomera
“Breve. Bien apretadito, delicado, con espíritu sutil y envuelto en el papel verde oscuro de los campos de platanera”, de esta forma se describe a Agulo en una antigua revista, que distingue asimismo al municipio como “un pueblo lindo”, calificándolo al fin como “el bombón de La Gomera”.
El barrio de Lepe se constituye como uno de los núcleos de población que junto con Las Rosas, La Palmita y Agulo Casco componen la citada localidad gomera, que cuenta con uno de los seis ayuntamientos de la isla y que es, por otra parte, la más pequeña en extensión con algo más de 27 kilómetros cuadrados .
Situada en la parte norte de La Gomera, el día se despierta y acuesta en Agulo mirando al Teide, un privilegio que sólo ofrece la justa medida entre la distancia y la cercanía con el vecino Tenerife. El municipio, que fue fundado en 1607 con 18 colonos, se caracteriza por sus bellos paisajes naturales y por su quebrado relieve, que ha fomentado el cultivo agrícola en terrazas, las cuales se presentan como grandiosas escalinatas hacia la inmensidad del océano.
Este rocoso anfiteatro llega a lograr en su parte más elevada los 260 metros de altitud, registrando una población de derecho de poco más de 1.200 personas, dato que no es de extrañar puesto que La Gomera es una isla muy poco poblada que no alcanza los 20.000 habitantes. Si bien el descenso poblacional más acusado se debió al fuerte fenómeno migratorio que se produjo en los años 60, cuando decreció el número de habitantes en toda la isla; aunque la zona nunca ha estado especialmente poblada, convirtiéndose la tranquilidad que allí se respira en otro de sus grandes atractivos turísticos.
“Éste es un lugar ideal para las personas que busquen la calma y pasar una temporada lejos de todo”, expone Aixa, la propietaria de una de las casas rurales en Lepe, que continúa diciendo “aquí somos muy pocos vecinos”. Y es que esta pauta se repite en toda la isla, “antes vivían en esta zona muchas más personas e incluso, derivado de las necesidades que esto suponía, se construyó un colegio y se montaron pequeñas tiendas”. Sin duda, la cara oculta del éxodo hacia las ciudades, del progreso y de la moderna evolución se encuentra en los pequeños pueblos, en esa apartada tierra en la que se nace, la que considera propia.

Casas de cal y tea
A vista de pájaro, un salpicón de terrazas y azoteas en medio de la verde espesura presenta el caserío del barrio de Lepe ante el curioso ojo del visitante. Este pequeño y pintoresco conjunto de casas se constituye como una de las zonas de mayor interés turístico del municipio de Agulo. En la actualidad, existen pocas casas habitadas, pero han prosperado varias iniciativas de acondicionamiento de viviendas rurales, rehabilitándose construcciones centenarias como la citada casa Los Dávilas o Los Delfines.
Conservando todo el encanto de la arquitectura tradicional canaria se han restaurado, respetando así la estructura original de las edificaciones que se encuentran alzadas sobre sólidas paredes de piedra revestidas con encalados rústicos.
Pero una de las características más significativas de las construcciones en las islas afortunadas son los motivos artesanales en madera de tea, material muy duro, resistente y resinoso que procede de la parte más interna de los pinos viejos y que es utilizado asimismo en balconadas, techumbres y puertas. “Son dignas de admirar las casas con los típicos adornos en madera de tea originales de la arquitectura popular canaria”, comenta Mª Carmen, guía turístico en la zona, que invita a comprobar la clara influencia portuguesa e inglesa en este curioso y particular estilo.

A dos pasos de Garajonay
Aproximadamente a unos 16 kilómetros del barrio de Lepe se encuentra el Parque Nacional de Garajonay, un auténtico tesoro ecológico, declarado Patrimonio de la Humanidad. Y es que el corazón de la circular isla de La Gomera late con la savia del monteverde canario.
Desde la costa hasta el interior, cual viaje al centro de la tierra, se asiste a la rápida transformación del paisaje. Situados a corta distancia contrastan, por tanto, los cultivos en terrazas, las palmeras y las tupidas plataneras que circundan las tradicionales casas de Lepe con el hermosísimo y extraordinario bosque de Garajonay.
La abundante flora se entrelaza allí a modo de natural telaraña, entrañando un impresionante y laberíntico escenario siempre verde. “El parque contiene una selva ancestral única”, explican informadores del Centro de Visitantes de Garajonay, puesto que estamos ante un exclusivo caso de laurisilva, nombre con el que se conoce en el lenguaje académico a los bosques bien conservados con árboles de hoja de tipo laurel situadas en lugares húmedos. “Estos bosques constituyen una singular reliquia del pasado”, comentan, “porque conservan aún parte de la vegetación de los bosques que hace millones de años crecían en la zona mediterránea y que desaparecieron como consecuencia de cambios climáticos que apenas afectaron a las islas”.

La ancestral cultura del silbo
La imposibilidad de cruzar la isla por su parte central en la que se encuentra el Parque Nacional, además del abrupto relieve característico de La Gomera del que el barrio de Lepe, en pleno acantilado, es fiel exponente, han marcado algunas de las costumbres más conocidas y antiguas de este singular pueblo.
Forma parte importante de su cultura, el silbo, un muy antiguo sistema de comunicación que data de la época prehispánica y que fue ideado por los habitantes de la isla para vencer este aislamiento interior.
El silbo, nos cuenta una vecina de la zona, “aún se sigue enseñando como materia en los colegios gomeros”, como el que existió en Lepe. El arcaico, aunque efectivo, método permite enviar mediante el silbido mensajes sencillos de un lado a otro de un valle o barranco, sin necesidad de desplazarse.

Con una hora menos … en el corazón

Cada pueblo crea, cultiva y salvaguarda sus propias tradiciones, unos hábitos y costumbres que se muestran como distintivos de su carácter e idiosincrasia. Las fiestas populares de un lugar se manifiestan como un tiempo exclusivo de celebración y encuentro con la tierra, la familia y los amigos. Al igual que en el Lepe peninsular se celebran en verano las Fiestas Patronales de la Bella y San Roque, en el Lepe canario y también en temporada estival tiene lugar la Fiesta en honor a San Antonio Abad.
Si bien la festividad en el pequeño barrio de Agulo no cuenta con una larga tradición, su simbología es grande y esconde una historia que enlaza con la realidad social de la isla colombina. “Hace más de 30 años, los vecinos de Lepe que vivían en Venezuela hicieron una colecta para comprar el santo, pero nunca tuvieron una ermita para depositarlo”, cuenta Rosi Chinea, archivera de Agulo. Tras la reciente construcción del modesto templo y con motivo de esta celebración volvieron a Lepe numerosos vecinos que viven fuera de la isla, “muchos hacía décadas que no volvían a su terruño”.
Volvieron buscando sus raíces, las del Lepe gomero que en un pasado remoto posiblemente se cruzaron con las de su homónimo peninsular. Regresaron para encontrar, al fin, de nuevo su tierra, el lugar de la hora menos, en las islas afortunadas.

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